Los niveles de consciencia, según George Gurdjieff


En la enseñanza de Gurdjieff, comprender el concepto de niveles de consciencia es fundamental para desarrollar su amplísima disciplina.


En la enseñanza alquímica de Georgi Gurdjieff, se entiende que hay siete gradaciones de consciencia humana, desde la primera natural con la que el sujeto nace, hasta una séptima ulterior, total y trascendente, que es la del alquimista consagrado, quien ha trabajado en la Gran Obra y se ha hecho finalmente de la Piedra Filosofal, tesoro último e inalienable de la materia filosófica.
Para comprender mejor la realidad de estos diferentes niveles de consciencia – y de ser – presentamos el gráfico de la imagen uno, donde existen incluso dos tipos anteriores al del hombre ordinario, pero para ver que en realidad no son precisamente “anteriores” y poder entenderlos de mejor manera, debemos hablar de los tres primeros grados conocidos de la consciencia humana, las del hombre ordinario.

 

Niveles de consciencia del hombre ordinario

 

Los primeros tres tipos de consciencia humana se hallan desjerarquizadas entre sí, es decir, en igual plano de estado; son cualquiera de los tres tipos de consciencia con los que puede nacer cualquier persona, dependiendo de sus naturalezas o temperamentos, por los que los llamaremos hombres nº 1, 2 o 3; el hombre intelectual, el emocional o el físico, ejemplos de los cuales pueden ser el científico, el artista o el deportista, gente que se consagra a sus respectivas actividades, según sus habilidades y temperamentos. Son gente que vive la vida meramente en un plano exotérico, en la “tierra” (a mitad de camino entre el “paraíso” y el “infierno”, por ponerlo en términos religiosos).

 

Niveles de consciencia superior: Mesotérico y esotérico

 

Un poco más profundo en el nivel de consciencia, tenemos a los hombres nº 4, 5 y 6, estos ya sí jerarquizados unos respectos de otros, el hombre nº 5 será más consciente de sí y del resto que el nº 4, y el hombre nº 6 lo será que los otros dos.
Estos hombres son de la clase de los que ya no se contentan con lo que les dicta sus temperamentos respectivos (en sus orígenes); pudieron ser hombres nº 1, 2 o 3; un hombre nº 1, por ejemplo, no tiene que pasar por ser 2 o 3 para llegar a hombre nº 4.
De los hombres nº 4, 5 y 6 se dice viven en un plano mesotérico, aún arraigados al plano exotérico de la vida, pero con intereses fuertemente vinculados con el esoterismo, ya decididos por invertir lo que les queda de vida en intereses de esa índole.
Ser de esta categoría de personas no implica ni garantiza nada, se puede estancar de por vida en esa situación, evolucionar hacia el hombre nº 7 o regresar a su tipología básica de ser ordinario (e involucionar aún más, como ya veremos). Del hombre mesotérico, sin embargo, decimos se halla en el “paraíso”, en términos religiosos.
El hombre nº 7 es ya el hombre que ha evolucionado hacia el esoterismo, ha “cristalizado” como ser completamente consciente y autoconsciente, y no tiene posibilidad de involución alguna. Se dice de él que entre sus posibilidades está la de elegir cuándo y dónde volver a reencarnar, y si elige hacerlo, siéndole posible el ya no volver a reencarnar en nuestro plano de experiencia.
Se les adjudica el plano vivencial del “cielo”, en diferencia de “paraíso”, entendiendo lo primero como el lugar de contacto permanente y directo con Dios, mientras que el Paraíso solo sería el lugar de contacto esporádico con su manifestación.

 

Los seres sin consciencia

 

Como advertimos en la imagen adjunta, aún existen dos clases más de seres, “anteriores” en el orden del círculo, del perímetro al centro, pero no por ello previos al hombre ordinario. Todo lo contrario, la posibilidad del hombre ordinario es bien la de estancarse en su condición original, evolucionar hacia el hombre esotérico, o involucionar hacia estas dos degradaciones: el hombre dormido y el hombre hipnotizado.

 

Esencia, personalidad y falsa personalidad

 

El hombre ordinario, como dijimos, responde a su temperamento y habilidades naturales, es decir, a su esencia.
Entendemos por esencial al conjunto de características psicológicas que son innatas, que se traen desde la cuna, en la clave genética, si se quiere ver desde un punto de vista cientificista, y que nada tienen que ver con su educación, modas o costumbres de la época.
La personalidad, en cambio, es aquel conjunto de características psicológicas ya sí formado por la educación, las tradiciones, usos y costumbres, normativas de la época. El hombre ordinario vive en fricción constante y disyuntiva, respecto de lo que su esencia y personalidad le dictan, muchas veces de manera dicotómica. Es, ese conflicto entre naturaleza y cultura, lo que a una persona le puede conducir por el camino del mesoterismo.
Pero existe igualmente la “falsa personalidad”, que es aquella que poseen el hombre dormido y el hombre hipnotizado.
El hombre dormido es aquel que ya se ha olvidado de lo que le dicta su natural, se ha vuelo indiferente a eso y desconoce su verdadero potencial. Nada le atrae, ni la intelectualidad, ni el arte ni la destreza física.
Peor que eso, el hombre hipnotizado es aquel que ha puesto toda su expectativa en el entorno, en el mundo que le rodea y más allá también. A su destino lo determina antes que nada la moda y la opinión pública; no es dueño de sí y es un títere de sus circunstancias. De estos ambos dos decimos, en términos religiosos, que vive en el “infierno”.
La falsa personalidad es todo lo que de imaginación hay en el hombre, puesto al servicio de la construcción de la realidad, como dice Maurice Nicoll: “El Trabajo sobre si significa, entre otras, cosas, la destrucción de la imaginación, porque el Trabajo finca en hacer que el verdadero lado de una persona llegue a ser activo y crezca, y el lado falso de una persona se debilite y llegue a ser pasivo. Esto se llama despertar del sueño”.
Todo esto dicho así, puede ser muy del gusto de muchos y del disgusto de otros, en tanto que evidencia el compromiso que demanda la consciencia.

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